Catalina tuvo una infancia feliz y su educación fue cuidadosamente supervisada por su madre.
Mantuvo una relación muy cercana con sus hermanos, en especial con el mayor, el zar Alejandro I, a lo largo de su vida.
La joven viuda viajó a Inglaterra con su hermano, el zar Alejandro I, conociendo al príncipe regente, y a la vuelta asistió al Congreso de Viena.
Su marido erigió un mausoleo en Rotenberg, cerca de Stuttgart, dedicado a ella.
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