Borrell II

[1]​ Al retirarse su padre conde Suniario I que, en 947, tomó el hábito monacal en la abadía benedictina de Lagrasse, a las orillas del río Orbieu en Carcasona, cedió sus dominios a sus hijos Borrell y Miró, que debían gobernar conjuntamente.

Intercambió embajadas con Córdoba (centro del poder musulmán) y firmó un tratado de paz con el califa Al-Hakam II.

Almanzor avanzó a sangre y fuego hacia Barcelona por las actuales comarcas catalanas del Panadés, Llobregat y Vallés, mientras el conde Borrell II organizaba a la desesperada la defensa de sus territorios.

El conde Borrell II había sufrido una derrota difícil de olvidar, y las crónicas bautizaron este triste suceso como «el día que Barcelona murió».

Efectivamente, la traumática experiencia obligó al conde Borrell II a intentar retomar las relaciones con los francos.

Ofreció al rey Lotario la renovación del juramento de fidelidad a cambio de auxilio militar que garantizase la protección del país frente a nuevos ataques musulmanes.

Parece ser que el papa Juan XIII acogió favorablemente las propuestas que le expusieron el obispo Ató de Vich, el monje Gerberto de Aurillac y el propio Borrell II en su viaje a Roma 970.