Blas Roca

Durante esta etapa desplegó una amplia actividad periodística en la prensa obrera y dirigió las movilizaciones populares que culminaron en la histórica huelga general de agosto de 1933, que derrocó a la dictadura del presidente, Gerardo Machado —«el asno con garras», denominado así, por sus innumerables crímenes—.

Bajo su dirección, el partido cumplió ejemplarmente su deber internacionalista con la República Española, con una formidable campaña que no solo incluyó ayuda moral y material, sino también el envío de alrededor de mil combatientes a las Brigadas Internacionales.

La prensa reaccionaria arreció sus ataques contra el líder comunista, acusándolo de antipatriota y antinacionalista.

No obstante, el trabajo movilizativo llevado a cabo en la legalidad, la unidad con sectores progresistas de la vida nacional y la propaganda revolucionaria, permitieron obtener la convocatoria a la Asamblea Constituyente libre y soberana para la cual fueron elegidos varios delegados comunistas, entre ellos Blas Roca, y la aprobación de la Constitución de 1940, en la cual quedan plasmadas numerosas disposiciones progresistas.

Desde la legalidad del partido, Blas mantuvo un permanente apoyo a la unidad de la clase obrera y de todos los sectores nacionales en lucha por la verdadera independencia económica y política del país.

Un hecho que debe destacarse, por su carácter unitario, y que se suma al reconocimiento que ya venía realizándose desde antes del triunfo de la Revolución es la contribución que a la unidad revolucionaria significó la entrega simbólica de la máxima dirección del Partido Socialista Popular encarnada en Blas, voluntaria y conscientemente, a Fidel Castro como jefe indiscutible político y militar de la Revolución cubana.

Blas Roca en la sede del Partido Socialista Popular en La Habana, 1945.