A los doce años hubo de salir de casa a buscarse la vida, criándose «derecho como una parra» (las parras son retorcidas, alude a las dificultades que pasó y cómo las afrontó), según contaba el mismo Bernardo en el documental Queridísimos verdugos, de Basilio Martín Patino.
Según parece, el anterior verdugo de Sevilla, Bartolomé Casanueva Ramírez «Bartolo», había muerto meses antes en un suceso sobre el que la censura franquista corrió un tupido velo, motivado por una represalia anarquista.
[3][4] En total, durante su periodo de ejercicio, diecinueve reos fueron «traspasados a la eternidad» (por utilizar la terminología del propio Bernardo) en Andalucía, Extremadura, Baleares y Canarias, donde ejecutó a Juan García Suárez «El Corredera».
Siempre empleó el mismo garrote, un modelo antiguo de mediados del siglo XIX, y llegó a solicitar su ingreso en la orden de los Franciscanos.
Decía a los reos antes de ajusticiarlos: "Dichoso tú que atraviesas el umbral de la eternidad quien estuviera en tu lugar" y seguidamente apretaba el garrote vil.