Lorenzo Castro

Debía su sobrenombre a su tartamudez y en los ficheros policiales a menudo se le confundía con su hermano Francisco, conocido como el Corona.

En 1952, las hermanas Encarnación y Matilde Silva Montero fueron asesinadas durante un atraco al estanco que regentaban en Sevilla.

El crimen, descubierto al día siguiente, llevó a la detención de Juan Vázquez Pérez, Antonio Pérez Gómez y Lorenzo Castro.

Su defensa la llevó a cabo el abogado Juan Espinosa de los Monteros y Vila, José Rull se hizo cargo de la de Antonio Pérez Gómez y la de Juan Vázquez Pérez fue encomendada a Manuel Rojo Cabrera, quien afirmó que su defendido no le contó lo sucedido.

[3]​ Sin pruebas concretas, el tribunal les condenó a muerte el 26 de octubre de 1954 y poco después uno de los abogados publicó un libro[4]​ sobre el juicio en el que vertió sus sospechas sobre la relación del crimen con el hachís,[5]​ si bien hizo notar sus dudas durante el juicio acerca de la investigación policial.