[2] Este había sido destituido por el abad Hugo de Cluny tras una petición del papa Gregorio VII, seguramente por su poca diligencia en la sustitución del Rito hispánico por el Romano que había sido establecida por el Concilio de Burgos de 1080.
Tras la reconquista de Toledo por Alfonso VI, en 1085, don Bernardo desempeñó un papel muy importante en la rendición de la ciudad y en la aceptación del Rito romano por la población, aconsejando al rey que mantuviera la Liturgia hispánica en algunas parroquias toledanas.
Para confirmar el nombramiento viajó a encontrarse con el nuevo papa, Urbano II, en Italia, quien lo invistió arzobispo toledano el 18 de diciembre de 1086, y, además, accedió a que Toledo volviese a ser la sede primada de Hispania.
[5] El papa dirigió una carta desde Anagni a los obispos hispanos dándoles noticia del nombramiento y de su apoyo; en ella decía que tal acontecimiento está de acuerdo con la magnificencia del reino godo:
En 1099 asistió en Roma a un concilio durante la Pascua, y consiguió del papa Urbano II una bula por la que las diócesis de Oviedo, León y Palencia se convirtieron en sufragáneas de Toledo.