Poseía un mejor desempeño a mayor altitud que el P-39, debido a que se le agregó un turbocompresor suplementario y un ala de flujo laminar, pero es considerado inferior al P-51 Mustang a mayores altitudes.
Los países aliados, particularmente la Unión Soviética, tenían una gran necesidad de cazas, y los soviéticos ya eran usuarios asiduos del Bell P-39 Airacobra.
El gobierno soviético envió al altamente entrenado piloto de pruebas Andrey G. Kochetkov y al ingeniero de aviación Fiodor Suprun a las fábricas Bell para participar en la producción de la primera variante, el P-63A.
Inicialmente ignorado por los ingenieros de la compañía Bell, la experiencia de Kochetkov para probar las características de vuelo del aparato condujeron a cambios estructurales importantes que sugieren un significativo rol soviético en el desarrollo del avión.
La participación soviética en la iniciativa fue significativa y la Unión Soviética fue el mayor comprador del aparato, por lo que Bell se apuró en implementar sus sugerencias.