Ambos enviaron emisarios antes de comenzar los combates, pero según Tucídides estos se negaron a hablar con la Ekklesía, sino que pidieron tratar directamente con la nobleza local,[6] alegando que no deseaban desperdiciar su tiempo en largos discursos y querían exponer sus argumentos de forma simple y frontal.
[7] Los locales consideraron tal pretensión una injusticia,[8] pero los embajadores respondieron que la justicia sólo valía en igualdad de condiciones entre partes enfrentadas; según ellos, fuera de eso el débil debe ceder cuanto le obliguen sus debilidades y el fuerte puede tomar cuanto le permita su fortaleza.
[9] En esa reunión no se discutía sobre justicia, sino sobre la salvación o perdición de la isla.
[11] Para los atenienses era preferible tener a los melios como aliados para fortalecer su imagen y posición,[12] pero definitivamente los isleños no podían seguir siendo neutrales, pues sería una señal de debilidad para los vasallos de Atenas y eso no les convenía.
[20] Tras la respuesta, los embajadores volvieron a su campamento y sus comandantes decidieron construir un muro alrededor de la pequeña ciudad, comenzando el asedio.
Los melios lanzaron otra vez un ataque exitoso contra la sección del muro defendida por los atenienses, que tenían pocos guardias.