El Ejército imperial austriaco, que contaba con 528 000 soldados, estaba listo para el combate en 1866, pero casi una cuarta parte de esos hombres debía quedarse a defender Austria y Hungría.
Aunque los austriacos habían modernizado la artillería, su falta de recursos e inmovilismo táctico les hizo desdeñar adoptar innovaciones técnicas que acabaron siendo decisivas.
Este tipo de fusil anticuado era precisamente el que usaba la totalidad del ejército austríaco.
Los generales austriacos estaban convencidos de que solo se lograría la victoria con arriesgados ataques a bayoneta calada.
La derecha austríaca estaba formada por los cuerpos dirigidos por los condes austríacos Von Thun y Von Festetics que, lejos de aceptar su inactividad y las órdenes de un húngaro, decidieron avanzar, dejando al descubierto el flanco.
La batalla de Sadowa fue decisiva en la guerra austro-prusiana; tres semanas después se firmó el armisticio en Praga.