Todos los magnates escoceses fueron convocados por el rey inglés, pero, cuando ninguno de ellos apareció, fueron condenados como traidores.
Entonces Eduardo ordenó que su ejército se reuniera en Roxburgh el día 25 de junio.
La infantería galesa en particular andaba mal de moral y se amotinó.
[3] Las largas lanzas eran de varios metros y daban forma a una defensa aparentemente inexpugnable.
Berk intentó mantener la posición hasta que llegara el rey Eduardo, pero sus ansiosos caballeros lo anularon y atacaron en tromba y el desorganizado batallón acabó encerrado entre los dos flancos de la armada de Wallace.
Los caballeros ingleses no se impresionaron por el bosque de lanzas y fueron pronto empalados.
Eduardo llegó a tiempo para presenciar el desconcierto de su caballería y rápidamente restaurar la disciplina.
Perdieron estos la batalla mucho antes de que la primera andanada de flechas cayera, cuando la caballería no respondió a los ataques y esperó a que los magnates les ordenaran hacerlo.
A Eduardo I le sucedió en Falkirk y, sin embargo, salió victorioso por sus arqueros, pero su hijo Eduardo II, que se enfrentó a situaciones similares cayó desastrosamente en la batalla de Bannockburn.
El rey ordenó retirarse hacia Carlisle, donde esperó a que se recuperara la tropa para realizar una campaña renovada.
Pero muchos desertaron, incluidos una gran parte del contingente de Bek desde Durham.
Además, diversas partes de su cuerpo serían enviadas a toda Inglaterra como advertencia.