Al llegar se les sometió a revisión médica por lo que muchos fueron no aptos por su edad o condiciones físicas.
Los rechazados al regresar a los pueblos fueron recibidos con amenazas y agresiones físicas.
Las autoridades militares negaron la existencia de esta Bandera, cuando los familiares reclamaron los restos mortales.
Fueron sacados en pequeños grupos a la parte posterior de la Academia donde eran ametrallados.
Felipe Marín, de Marcilla, fue sacado en el tercer grupo y logró huir.
Fue detenido al día siguiente y encerrado separado de sus compañeros.
Los muertos fueron llevados al cementerio de Torrero y enterrados en una fosa común.
Algunas fuentes, como José Borras llega a hablar de 604 muertos, pero es cuestionada.
La cifra en todo caso, es superior a 300, y buena parte de ellos eran navarros.