Mélida

Durante la época romana, la gran importancia que tuvo la villa de Cara, hizo florecer la región, que se vio poblada por "villae" (granjas residenciales), como las de El Carrizo y El Coscojal.

Esta última debió ser grande, ya que contaba en el siglo I d. C. con un horno propio para fabricación de cerámica.

A partir de estos momentos Mélida pasó a ser un señorío real, en el que el monarca cobraba rentas y calonias (multas que se pagaban por delitos de alteración del orden público) y ejercía jurisdicción sobre los labradores.

Tras ser primero un dominio real y posteriormente señorial, Mélida se convirtió en un señorío eclesiástico a mediados del siglo XIV.

Durante la segunda mitad del siglo XIV, Mélida se vio afectada por las pestes de los años 1348 y 1362 y especialmente por la guerra contra Castilla de 1378, durante la cual las tropas castellanas al mando de Pedro Manrique destruyeron el castillo y provocaron que la villa quedara completamente desierta.

Sin embargo, fue repoblada por cuatro o cinco antiguos vecinos a los que el Rey perdonó 10 libras y 5 sueldos que debía la población de Mélida en concepto de Cuarteles.

Con anterioridad los vecinos disfrutaban de estos derechos, pero en esta fecha los reyes ratificaron como privilegios estas antiguas costumbres.

La población en esta época rondaba los 600 habitantes, número que fue aumentando progresivamente, en especial durante la primera mitad del siglo XX, llegando hasta los 1300 habitantes, momento en que empezó a descender como consecuencia de la emigración hacia las ciudades.

Mirador de Mélida.
Iglesia románica de Santa María de Mélida