Aurelio Arturo

En esa etapa escribe cuentos y ya se le ve atisbos de su intención poética, sin embargo, no tiene ningún interés en compartir su poesía en eventos literarios.

En ese mismo periódico publicaban la generación intelectual del piedracielismo, sin embargo, Arturo poco se relacionaba con este movimiento pues escribía con un estilo inclasificable y totalmente diferente al piedracielista, además de que no publicó obra alguna en los cuadernos de Piedra y cielo pero que le permitió conocer a algunos de sus miembros como Tomás Vargas Osorio, a quien catalogó como el mejor piedracielista, y por cuya muerte sufriría en 1941.Autores como Graciela Maglia lo observan como una figura solitaria en cuanto a estilo poético colombiano; una figura que intenta recuperar el modernismo de José Asunción Silva.

En 1970 escribió sus cuatro últimos poemas, los más celebrados de una presumible «segunda etapa»: «Sequía», «Tambores», «Lluvias» y «Yerba».

En 1971, tras una gripe mal cuidada fue enviado al Hospital Militar, le diagnosticaron erróneamente cáncer y, por ende, lo operaron, lo que lo condujo a una muerte clínica.

El poeta del sur decidió concentrar todas sus capacidades en compilar, pulir y corregir sus mejores poemas pues, asegura su hijo Gilberto Arturo, deseaba forjar una obra de calidad y así mismo poder lograr que sus versos transmitan lo más esencial de su universo.

El libro está compuesto por trece poemas que son: La crítica sobre la obra de Aurelio Arturo es bastante cuantiosa.

[8]​ Aunque en su gran mayoría estos coinciden en que la obra de Arturo es breve, única y de excelente calidad, es posible identificar tres períodos diferentes en cuanto a crítica: el primero, de 1945 a 1963, se caracteriza por una crítica subjetiva, centrada en el autor, en la que se enaltece al mismo Aurelio Arturo y no tanto a su poesía.

[9]​ Aunque en ocasiones se compara Aurelio Arturo con José Asunción Silva o con la figura de Porfirio Barba Jacob, los críticos exaltan la singularidad del autor y su poesía, puesto que su melodía y armonía no se asemejan a la tradición hispánica de finales del siglo xx.

La colección es rica en antologías, crítica poética y teoría poética; tiene versos de escritores como Teófilo Albán Ramos, Gerardo Andrade González, Guillaume Apollinaire, Diógenes Arrieta, Percy Bysshe Shelley, Porfirio Barba Jacob, Charles Pierre Baudelaire, Giosue Carducci, Aimé Césaire, Luis Cernuda, Luis Felipe de la Rosa, Rainer Maria Rilke, Rubén Darío, Ezra Pound, Guillermo Valencia, Walt Whitman, entre otros.

De las obras en prosa se destacan las de Azorín, Víctor Aragón, Balzac, Pio Baroja, Henry Bergson, Joseph Conrad, Gabriele D'Annunzio, Aldous Huxley, André Gide, David Herbert Lawrence, Doris Lessing y Baldomero Sanín Cano.

Edición publicada por el Ministerio de Educación Nacional el 26 de septiembre de 1963