[3][4] La estrecha relación entre el arte académico brasileña con el poder constituido amplió el significado del término, haciendo del Academicismo nacional tanto un sistema pedagógico como un movimiento filosófico y un acto político, como un laboratorio para la formación de importantes símbolos identitarios nacionales y una vitrina para su divulgación, contribuyendo a convertir su tiempo de vigencia en uno de los más ricos complejos, animados e interesantes de la historia artística brasileña.[3][5] Aunque el término se aplica más comúnmente en la historia del Arte brasileña para el periodo mencionado, el sistema pedagógico académico sobrevivió a los atropellos modernistas y de las corrientes vanguardistas del siglo XX, aunque ahora se tenga modificado, insertado en ambientes escolares artísticos de las modernas universidades que hoy producen y teorizan el arte en alto nivel y son hija directas de la escuela fundada por Juan VI y los franceses.Adoptando la idea de que el arte puede ser enseñada, transmitida en su plenitud y que el talento apenas no conducía a lugar ninguno sin un entrenamiento disciplinado y metódico quedaba problematizado a la noción de originalidad pero también se distinguía de la artesanía, por situar al artista en una esfera superior, a la del intelectual y profesional liberal.[7] Para los académicos, el punto de partida era la tradición y acreditaban que, esperándose las obras maestras consagradas se dotasen los mismos presupuestos teóricos y técnicos, alcanzarían el mismo nivel de calidad.La transferencia cortesana para Brasil en 1808 generó profundas modificaciones sociales e institucionales en el país, hasta entonces una colonia de economía minera y agraria.Así, la institución de una academia artística brasileña atendería a diversas necesidades prácticas y culturales.Lebreton, reconociendo pragmáticamente que la gran arte continuaría incluso en un mundo trasformado por la Revolución francesa, cambiando apenas las monarquías por las burguesías enriquecidas.Sábese que tales líneas directivas no fueron llevadas a cabo en la primera instalación de la Academia Imperial.Lebreton luego murió y fue sustituido por Henrique da Silva, férreo opositor de los franceses, que suprimió cursos técnicos, deplorando Debret el rumbo que las cosas tomaban, llevando «la enseñanza de la Academia a sucumbir en los errores y vicios del antiguo régimen».Su programa y sus propias críticas a colegas docentes despertaron fuerte oposición entre sectores conservadores, haciendo que su mandato fuese breve –dimitió en 1857– pero sus innovaciones orientaron el funcionamiento de la academia hasta la república.[4] Segúen Manoel de Araújo Porto-Alegre, el cuerpo teórico que orientaba la enseñanza académica debía mucho a la noción de interdependencia artística entre sí y con las humanidades, donde la literatura y la retórica desempeñaban un papel importante.Buena parte de ese repertorio lingüístico verbal y de escenificación fue traspuesto directamente para las artes visuales, y dio origen a una iconografía padronizada que con el tiempo se tornó en elementos básicos del lenguaje visual, así como las palabras o el sonido del discurso hablado, siendo comprendidos por todos sin dificultad y cargando automáticamente la lectura de cada personaje pintado o esculpido de determinada manera para un significado convencional preestablecido.El romanticismo fue una corriente estético-filosófica que reforzó diversos movimientos nacionalistas europeos, y en Brasil influyó igualmente.[28] La pintura siempre fue el campo artístico más dinámico y floreciente durante el academicismo brasileño, produciendo grandes nombres nativos como Victor Meirelles, Pedro Américo, Rodolfo Amoedo e Almeida Júnior, y con la contribución de muchos extranjeros independientes o ligados a la AIBA.En general en la escultura los modelos clásicos fueron tratados con un poco más de libertad, aunque los temas continuasen siendo elevados, buscados en los mitos y alegorías antiguos.[4] La arquitectura permaneció siempre ren segundo plano, pero la intensa actuación del francés Grandjean de Montigny desde el inicio, y después la de sus alumnos, como Joaquim Cândido Guilhobel y José Maria Jacinto Rebelo, renovaron el paisaje urbano del periodo.[4] La lista siguiente dista de ser completa, pero da una idea del amplio preinio pictórico sobre otras artes.Excepto mención expresa, todos los citados fueron pintores Jean Baptiste Debret, Grandjean de Montigny (arquitecto), Nicolas Antoine Taunay, Félix Taunay, Simplício Rodrigues de Sá, Agostinho da Motta, Henrique José da Silva, Francisco Chaves Pinheiro (escultor), Manuel de Araújo Porto-Alegre, Afonso Falcoz, Georg Grimm, Henri Nicolas Vinet, José Octavio Corrêa Lima (escultor), Victor Meirelles, Rodolfo Amoedo, Cândido Caetano de Almeida Reis (escultor), Henrique Bernardelli, Rodolpho Bernardelli (escultor e pintor), Pedro Américo, Eliseu Visconti, Zeferino da Costa, Artur Timóteo da Costa, Oscar Pereira da Silva, Belmiro de Almeida, Almeida Júnior, Décio Villares (escultor e pintor), Pedro Weingärtner, Georgina de Albuquerque, Carlos Chambelland, Pedro Alexandrino, Giovanni Battista Castagneto, Helios Seelinger.[18] Para esta esfera fueron producidas las obras más importantes del academicismo, pero el creciente número de formados en la Academia Imperial no conseguía fácilmente continuar su carrera artística por la escasez de oportunidades y encomiendas.[12] En ese movimiento dirigido a una verdadera popularización artística académica, el Salón de 1879 supuso un hito.Hasta mediados del siglo XIX, con todo, la mayor parte de los artistas acabó siendo absorbida por las academias, pero de ahí en adelante cada vez más talentos importantes pasarán a encontrar el rechazo del sistema oficial, que era sustentado principalmente por la burguesía conservadora.Las críticas al sistema académico surgirán ya en su origen y se extenderán a lo largo de toda su historia.Desde el inicio de la ascensión de las vanguardias modernas a fines del siglo XIX se multiplicaron los ataques contra sus métodos e ideales, y en el éxito del modernismo a lo largo de casi todo el siglo XX naturalmente hizo como que el pasado inmediata fuese descartado como cosa superada, en un culto indiscriminado y parcial de todo lo que tuviese un carácter iconoclasta y que rompiese cánones establecidos en los siglos anteriores, considerando la historia como un proceso evolutivo continuo coronado con la modernidad.Hoy ese mismo punto de vista se considera en gran medida un anacronismo, un mito moderno y una injusticia, a pesar de continúe perpetuándose en muchos ciclos eruditos e incluso en la opinión pública, influyendo muchas voces.Modernamente el término Academicismo ha sido usado peyorativamente, por movimientos anti intelectualistas, también por su carácter elitista, por exigir un vasto conocimiento erudito al cual pocos tenían acceso.[6] Con todo, no puede disimularse el hecho de que la disciplina impuesta por la Academia fue el factor decisivo para que muchos talentos pudiesen encontrar su propia voz y expresar valores –y expresarlos en gran estilo y arte consumada – que de una forma u otra fueran determinantes en cierta época histórica nacional.[3][15] No murió del todo la tradición académica inaugurada por Don Juan y sus franceses.Ni siquiera el Modernismo y sus ofensas al sistema, ni las sucesivas vanguardias iconoclastas, consiguieron debilitar duraderamente el prestigio de que la enseñanza en una institución superior competente siempre disfrutó universalmente, así como aconteció en Europa, donde las antiguas academias consiguieron renovarse y adaptarse a las nuevas tendencias, y continuaron funcionando como importantes centros de aprendizaje artístico.Fue muy estimado por el gobierno federal, cuyo ambicioso discurso brasilianista encontró en los murales históricos del pintor y en lienzos icónicos como «Café» un vehículo adecuado.Tal vez no por casualidad se sintió animado a pintar su propia versión de la escena «La primera misa en Brasil», un evento histórico nacional inmortalizado antes por las manos del académico Victor Meirelles[42][43] Tanto Malagoli como Portinari ilustran en tiempos modernos el gran potencial de la vinculación entre poder público y arte, que puede producir resultados elocuentes cuando los esfuerzos e ideales se combinan y no se oponen, y existen agentes disciplinados, cultos y talentosos.
Giorgio Vasari:
Autorretrato
Charles Le Brun.
Debret
:
Juan VI en trajes de su reconocimiento
, 1816. MNBA.
Joachim Lebreton
Grandjean de Montigny: El pórtico de la antigua Academia Imperial
Debret:
Primera concesión de las cruces de la legión de honor, el 14 de julio de 1804
, 1812, obra compuesta en Francia, ilustra el espíritu neoclásico importado por Brasil
Pedro Américo:
Independencia o muerte
, 1888,
Museu Paulista
, uno de los iconos pictóricos brasileños.
Aula de anatomía en el Instituto de Artes de la UFRGS, 1928
Almeida Reis:
Dante al regreso del exilio
, 1889, MNBA. Almeida Reis perdió su beca porque su estilo no se encuadraba en los cánones oficiales.
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