Con esta ingente actividad, tanto compositiva como interpretativa, Torrandell quedaba "lanzado" -en palabras de Georges Demerson- en el mundo artístico parisino.
[12] Pero la realidad fue diferente, debido, entre otros factores, a que ciertos profesores locales se sintieron inquietos ante la llegada del maestro.
El premio tenía como aliciente la posible publicación de la obra, que hasta ahora no se había realizado.
El Lacrimosa recurre de nuevo a la transformación motívica, aquí en menor escala que en números anteriores, dada la brevedad del texto.
Este recurso sin duda es un tácito homenaje a su maestro Tournemire, quien pretendió crear un corpus organístico católico equivalente al configurado por J, S. Bach en el mundo luterano, armonizando las secciones de la misa sobre los pasajes gregorianos correspondientes.
Lo mismo ocurre con el órgano, que no actúa como reflejo o apoyo del coro, sino de modo independiente, con pequeños interludios para introducir otro clima tímbrico.
Todo, salvo los indicados periodos [Tuba mirum, In Paradisum], se ofrece con el sello de la serenidad y parece reflejar un dolor resignado pero muy hondo.
Pero no por eso es una obra epigonal, sino una muy buena aproximación a un músico sincero y de personalidad propia.
La partitura manuscrita de la obra indica: "Concertó / en Si mineur / pour / piano et orchestre / par / Antonio Torrandell / Op.
La orquesta describe primero la gran admiración que siente por la ciudad-luz, el impulso que de su ambiente recibió para superarse a sí mismo hasta adquirir la plenitud artística, sin ambiciones cara al público, sino en la noble esperanza de llegar al goce supremo del arte en sí.
La orquestación es cuidada especialmente, pues prácticamente todos los instrumentos actúan como solistas, interpretando pasajes temáticos de gran dificultad.
En general aparecen frases balanceadas, predominando los grupos de dos, cuatro u ocho compases, así como secciones bien definidas, a veces separadas por un rallentando que concluye con un calderón.
Ahora puedo decirle que lo conozco a fondo y me falta poco para tocarlo de memoria: sin duda ya lo tendría montado, si le hubiera podido dedicar todo el tiempo, pero con tantas obras, y tan diversas como tengo en la cabeza, ya comprenderá que es imposible hacerlo más aprisa.
Cuando en Francia se iniciaba la gran revolución musical que tuvo por campeones a Debussy y Ravel, la famosa Schola Cantorum de París capitaneada por Vincent d'Indy siguió manteniendo su alto prestigio, aguantando con estoicismo la embestida, y perpetuando aquella magna tradición que heredara de César Franck.
El público aplaudió con entusiasmo, rindiendo con ello un justo homenaje de admiración y simpatía a nuestro gran músico".
Por su parte, Pedro Barceló señaló en el Correo de Mallorca: "Digamos por anticipado que este estreno representó un nuevo triunfo para nuestro paisano.
En todas su partes, lo mismo el piano solista que la orquesta, cantan constantemente y las bellas frases se suceden sin cesar.
El último tiempo tiene por tema una frase triunfal que persiste constante tras múltiples variantes y aislados pasajes de virtuosismos pianísticos, para reaparecer en creciente brillantez hasta su terminación.
El pianista supo vencer con facilidad mecánica los efectos sonoros con la más limpia y pura digitación, llegando al final en una ceñida conjunción con toda la orquesta.
El segundo movimiento, Andante, en Sol Mayor, se organiza sobre una estructura formal tripartita, basada en una forma binaria circular, A-B-A'.
Tras el estreno, José Picó escribió en La Almudaina: "Es una obra maestra, escrita de cara al pentagrama, sin haber dejado nada para la galería y esto que en el desarrollo de los temas hay momentos tan álgidos y sublimes que casi requieren que el compositor se hubiera recreado un poco ante su grandiosidad, pero la rigidez de principios le merman estas expansiones del espíritu para dar mayor valor a la parte musical.
(por María Encina Cortizo y Ramón Sobrino) En este volumen editamos la totalidad del corpus cancionístico orquestal de Torrandell: las dos Canciones Op.
En el catálogo del maestro, encontramos dos obras más para soprano, pero acompañada por trío camerístico, -piano, violín y violoncelío-, Supreme espoir, Op.
En palabras de Moll, "las tres canciones presentan una estructura básicamente tripartita, con una parte central más agitada o apasionada, según la exigencia del texto.
La obra recurre desde el comienzo a la utilización de una célula rítmica fija -larga + breve-breve, en este caso blanca + negra-negra, en un compás de 4/4 que recuerda inevitablemente esquemas rítmicos vinculados ya en el repertorio liederístico romántico con la idea del paso del tiempo, la muerte y las "preguntas" trascendentes.
Mi mujer vivía entonces, y el gran piano Erard, ahora en nuestro salón de Bergerac, nos congregaba, nos reunía a su alrededor.
Desde el punto de vista musical, la obra posee una estructura cercana a la que ya veíamos en Oú va le nuage?
La sección A concluye con un rallentando, en el compás 16, que extiende temporalmente una estructura armónica abierta, la semicadencia sobre la dominante de Mi bemol mayor.
Podríamos, por tanto, diferenciar cinco subsecciones: La obra revela una fecunda madurez creadora, que condensa al máximo los recursos y concentra la tensión en los conceptos fundamentales del poema.
La versión orquestal de la obra (2 flautas, oboe, clarinete, 2 fagotes, 2 trompas, 3 trombones y cuerda), que editamos en este volumen, no ha sido todavía estrenada.