[4][5] Pero el ansiado regreso a su tierra («Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla…») no parece producir la esperada impresión en el abatido ánimo del poeta: Al mes de vivir en la ciudad, le detalla sus primeras impresiones a su «buen amigo» José María Palacio,[6] quien inmediatamente las inserta en un artículo suyo (Soria, juzgada desde lejos), aparecido en El Porvenir Castellano del 5 de diciembre.
Cuando Machado llega a Baeza, lo primero que le llama la atención son las graves estrecheces por las que pasa el campo andaluz, lo que enciende sus «gotas de sangre jacobina»: Un creciente apego a las capas más desfavorecidas de la sociedad que –según los estudiosos de la obra machadiana– tiene su reflejo literario en una notable simplificación del lenguaje poético, visible en sus Nuevas canciones, escritas íntegramente en Baeza.
Aplacada la primera sensación de doloroso «exilio», se impone ahora combatir esa gris «monotonía / que mide un tiempo vacío».
Rafael Laínez, alumno aventajado del poeta, lo recuerda así: En 1913, acompañado por su entonces alcalde Miguel Salcedo, Machado visita Jimena –una pequeña población a unos 25 km al sur de Baeza, en plena Sierra Mágina– junto a Juan Camps, Adolfo Almazán y el pintor Florentino Soria.
Como ya se ha citado anteriormente, el poeta escribe durante su estancia en la ciudad las tituladas Nuevas canciones, inéditas hasta 1924.