[cita requerida] A su ingreso en México en 1933, Antonio del Conde no hablaba español, razón por lo cual su familia lo ingresó en la Escuela Americana, y estuvo después en “El Zacatito”, institución que administraban los hermanos lasallistas.
Inclusive fue un gran amigo de toda la familia Castro, sin ninguna distinción ideológica hasta la fecha.
[cita requerida] En sus constantes viajes a Estados Unidos para comprar refacciones, Antonio del Conde encontró a orillas del río Tuxpan, un yate destrozado por un ciclón que pertenecía a una pareja estadounidense, los Erikson, quienes tiempo atrás y visitando la zona de Tuxpan, anclaron en Santiago de la Peña y mientras construían una casa habitación y una bodega, habitaban la embarcación Granma en el medio del río.
[cita requerida] Una noche fueron asaltados, por lo que decidieron quedarse en la Ciudad de México, alquilando un departamento en la calle Mariano Escobedo 487.
Del Conde visitó a los Erikson, acordó comprar el yate en veinte mil dólares y entregó como adelanto la mitad de esa cifra.
Al enterarse Fidel Castro, quien ya había fracasado en la compra de una lancha torpedera en Estados Unidos (trámite en el que colaboró Antonio), solicitó a Del Conde que le prestara el yate para llegar a Cuba, adonde partió desde Tuxpan, Veracruz, con 82 tripulantes el 25 de noviembre de 1956.
[cita requerida] Al partir el yate Granma, Antonio del Conde permaneció en México y se dedicó a enviar armas a Cuba que compraba en Estados Unidos con la ayuda de otros políticos cubanos de oposición.
Su colaboración con Fidel Castro y el Estado cubano duró ocho años.
Las ventas se ampliaron entregando del Conde pistolas, fundas y enseres para campamento.
Durante esta etapa Fidel le presentó a Juan Manuel Márquez, quien tenía una larga trayectoria de lucha política en Cuba y era trece años mayor que Fidel y Antonio del Conde.
Con Chuchu realiza un primer viaje , a efectos de comprar armas largas automáticas.
Con detalles y grandes gastos de dos viajes a EE.UU.A., este capítulo cuenta un primer fracaso en conseguir un trasporte.
Al salir libre Antonio continúa con sus actividades al frente de su negocio hasta que aparece Chuchu, libre sin cargos pero enfermo por las torturas a las que fue sometido, acompañado por Eva Jiménez, una cubana activista.
Al poco tiempo y con Juan Manuel Márquez, Antonio viaja a Miami donde se entrevista con el expresidente Carlos Prío Socarrás (1948 - 1952) quien le entrega veinte mil dólares.
Al regreso se aplica a la fabricación de cartucheras y uniformes.
Cuando llegó el momento de pagar el saldo del Granma a los Erikson resultó que éstos tenían una casa junto al barco y la ofrecieron en venta por 40 mil dólares, lo cual fue aceptado por Fidel.
Quince días antes de la salida del Granma, Fidel le dijo a Antonio del Conde que no sería de la partida, que en México le sería más útil.
Finalmente Antonio convence al encargado del puerto, el permiso es extendido y la nave puede partir.
Al irse la nave, Antonio comienza un recorrido por toda la costa hasta la isla de Cozumel sin detectar el yate.
Regresó en avión a la Ciudad de México desde Mérida, pensando que el Granma había llegado a destino y ahí el copiloto le comenta que “Fidel Castro había muerto…”.
Es este un momento en que se produce un vacío social en la vida de Antonio del Conde.
Le revivieron deudas fiscales, inclusive llegaron a detenerlo situación que se solucionó mediante el pago de dinero.
Antonio se pone en contacto con las hermanas Castro, (Lidia [1914-1991], Juanita [1933-2023], Enma [1936- ] y Agustina [1938-2017]) quienes vivían en la casa de ingeniero petrolero Alfonso Gutiérrez López, "Fofo", pieza clave en este momento histórico y en cuyo domicilio en el Pedregal de San Ángel vivió en determinado momento toda la familia Castro.
Tanto Antonio como las hermanas de Fidel comenzaron su ayuda a la lucha en la Sierra Maestra.
El siguiente viaje fue a Buenos Aires donde contactos del expresidente Arturo Frondizi conseguirían algunas armas, solo que su trasporte tenía un costo excesivo.
Una vez más en la Ciudad de México, Enma Castro le encomienda otra misión.
Enma tenía un contacto en Venezuela, un tal Sr. Bilbao, que estaba dispuesto a sufragar los gastos.
Deportado, regresa a México con una deuda de diez mil dólares, honorarios del abogado que lo defendió.
Al regreso y ya en la Ciudad de México, aparece otra tarea para Antonio.