A partir de este momento se dedica a su profesión de abogado hasta 1943, cuando se lanza por el Tolima como Representante a la Cámara, en la cual salió electo y además elegido como su presidente.
Al año siguiente, 1944, es nombrado como contralor general de la República, cargo que tuvo en su poder hasta 1948.
Al poco tiempo, inicia su labor de comentarista económico en el diario de El Espectador con la famosa “Columna del cofrade”.
[5] Su casa, ubicada en el norte de Bogotá, contenía una vasta biblioteca donde se encontraban libros referentes sobre hacienda pública, economía y derecho.
En vida manifestó que ocurrido su óbito, su biblioteca se convirtiera en un lugar público y así fue, convirtiéndose en una plaza satélite de la biblioteca Luis Ángel Arango.