[6] En el subsiguiente capítulo de la venta y distribución se agrupan además diversos recipientes para la medida del vino, desde la cántara o arroba (equivalente a 8 azumbres, es decir 16,133 litros) hasta el cuartillo (equivalente a cuatro copas, medio litro); el transporte lo cubren las botijas, barriletes, tonelillos y tinajillas.
[7][2][8] Muchos de ellos tuvieron una continuidad morfológica y tipológica en la cerámica romana.
Otro recipiente parecido era la botija “de carro” que en Castilla y León se usaba como cantimplora.
[15][16] Un apartado especial merece la “botija perulera sevillana” empleada entre el siglo xvii e inicio del xix para transportar el vino a las posesiones de España en Ultramar.
Así, en Barcelona, por ejemplo, cántaros con barniz plumbífero teñido en verde se han encontrado en edificios góticos de los siglos xiv y xv.
[20] Junto con el ánfora, la tinaja es el recipiente omnipresente en la industria y el comercio del vino,[1][21] ocupando un papel similar al que ambas vasijas han tenido en la alfarería del aceite.
[14] Aunque en algunas zonas el trasvase del mosto desde el lagar a las tinajas se hacía con cántaras o medias cántaras, sumergiéndolas en la “pila”, lo normal era disponer de lebrillos especiales o trasegadores como el alcadafe andalusí,[24] que se colocaban bajo la espita,[25] en el suelo de la bodega.