Anchorena con su empuje le dio vida al Nahuel Huapi y a la Isla Victoria.
Además edificó casas para la administración, el muelle, corrales, trazó caminos y levantó un tambo.
Su madre le adelantó parte de la herencia, con la cual adquirió 11.000 hectáreas de campo junto a la desembocadura del Río San Juan, donde se inició como productor agropecuario; doña María Mercedes temía que su hijo muriese en vuelo, y lo instó a que se estableciese.
Pero además, mandó construir su residencia en una combinación de estilos normando y Tudor; y el parque circundante fue encomendado al paisajista alemán Hermann Bötrich, que con gran esmero seleccionó las especies exóticas con que lo embelleció.
Anchorena llegó a tener 300 empleados en su estancia, de los cuales 100 se dedicaban al cuidado del parque.
También mandó traer especies animales con la finalidad de dedicarse a la cacería; introdujo el ciervo axis y el jabalí.
Por tal razón, su nombre es muy conocido en Uruguay: su casa es utilizada como residencia de descanso presidencial.