Posee una superficie de 31 km², los que se encuentran desde 1934 protegidos por el parque nacional Nahuel Huapi.
La isla Victoria está dividida en tres áreas, dos intangibles y una, central, que puede ser visitada por los turistas.
Los arroyos isleños son todos temporarios y pueden estar secos a fines del verano.
Con el invierno las cumbres se cubren de nieve y a veces también la isla, aunque nunca por muchos días.
Durante la primavera se produce el deshielo, que inundan los cursos de agua alimentando varias cascadas.
Las araucarias, si bien son autóctonas de la provincia del Neuquén, se cree que fueron introducidas en la isla por el hombre.
Por el contrario, los jotes, pájaros carpinteros, colibríes y cauquenes son frecuentes, al igual que la cosmopolita gaviota cocinera.
La Isla Victoria está zonificada en tres áreas: Estas restricciones tienen por objeto preservar el patrimonio natural, evitar el riesgo de incendios y controlar la caza furtiva, que puede constituir un peligro para los senderistas.
[3] Cuando Fernández llega a la isla, se encuentra con una importante población: los puelches, expertos navegantes del Nahuel Huapi, y los poyas, cazadores de las estepas.
El misionero Francisco Menéndez encontró la isla deshabitada a finales del siglo XVIII.
Nunca se supo con certeza qué les ocurrió a estos antiguos habitantes de la Isla Victoria.
Más tarde entre los lugareños y los errores de trascripción la isla se transformó en Victoria.
Anchorena quedó maravillado con la isla y estando en Buenos Aires intentó comprársela al gobierno.
Anchorena nombra administrador de la isla al vecino e ingeniero naval Otto Mühlenpfort, que instala un astillero.
Para esta época el intelectual francés Paul Groussac, trabajando como periodista del diario La Nación, publicó unas notas cuestionando el usufructo de Anchorena sobre la isla.
Más tarde Aarón Anchorena renunció al usufructo y la isla pasó a manos del Ministerio de Agricultura.
Entre las especies animales que supervisaba Franke se podían ver: huemules, pudúes, maras, guanacos, jabalíes, ciervos colorados, dama y axis.
El espectacular edificio de piedra y madera fue proyectado por el arquitecto Miguel Ángel Cesari.
En el año 1947 se habilitó el Camping en Piedras Blancas, esperando albergar a gran cantidad de turismo local.
En 1982 un incendio destruyó por completo la hostería, quedando solo su basamento de piedra y hormigón en lo alto del acantilado, sobre la Bahía Anchorena.