Rinconete y Cortadillo
Dos jóvenes, Pedro del Rincón y Diego Cortado, abandonadas las casas de sus padres, se conocen y se hacen amigos en una venta en el camino de Toledo a Córdoba.Después de resaltarse su aspecto desharrapado y de que ambos golfillos se cuenten brevemente sus vidas en un ingenioso diálogo, Pedro del Rincón y Diego Cortado, asociados ya en la golfería, despluman a un arriero jugando a las cartas.[2] Esta originalidad ha dificultado la atribución de fuentes al relato, aunque Antonio Gasparetti vio influencias lejanas en Decamerón, VII, 10, y en el personaje del jovencito «Rinconetto» en I deporti de Girolamo Parabosco.Debido a todo ello, esta ciudad andaluza era posiblemente en ese momento la más rica de España.Este fervor sevillano por la Virgen y las procesiones ha sido tan fuerte que se ha prolongado hasta nuestros días.Sin embargo, cuando los criminales tienen que pasar un "noviciado" y cambiarse de nombre, la alusión a la vida monacal es ineludible.[cita requerida] La detallada ilustración acerca del ambiente sevillano de la época que realiza Cervantes, es probable que se deba a las observaciones llevadas a cabo durante sus repetidas estancias en la ciudad hispalense.El resto de personajes se muestra más difuso y sólo en Monipodio pueden advertirse rasgos paternalistas.Cabe destacar el fuerte espíritu religioso de la época del que, no sabemos si con ironía, Cervantes hace partícipes a sus personajes.Tal espíritu se da también en los personajes del hampa de la obra; así, vemos como éstos cumplen «piadosamente» con los preceptos religiosos: rezan el rosario, no roban (es decir, «guardan») los viernes, sienten devoción por las imágenes, dan misas por los difuntos...Posiblemente nos encontremos ante una crítica del autor a las fórmulas y ceremonias vacías que con tanta profusión se daba en aquel tiempo, tal vez como consecuencia de las influencias erasmistas que pueden advertirse en Cervantes.La ejemplaridad de la novela, por otra parte tan puesta en duda, podría encontrarse en este sentido, y se resumiría en el famoso refrán de «a Dios rogando y con el mazo dando».