Germanía

Leyendo el Romance de Perotudo, incluido en los publicados por Juan Hidalgo en el siglo XVII, encontramos estos cuatro versos: «Habla nueva germanía / Porque no sea descornado / Que la otra era muy vieja / Y la entrevan los villanos»; prueba esto que esa jerga antigua estaba ya tan difundida que no podía cumplir su fin primario, y en este caso fundamental, de ocultamiento.

Rodríguez Marín, en su edición crítica del Rinconete y Cortadillo cervantino, opina que hacia 1580 la vieja germanía decaía.

Cuando este pueblo llega a España, entra en contacto con las comunidades delincuentes que viven al margen de la sociedad común, sus lenguajes se influyen mutuamente y si en la germanía de los siglos XVI y XVII los gitanismos son casi desconocidos, en la actual predominan.

Ya en el XVIII, concretamente en 1737, Mayans y Siscar lo recoge en sus Orígenes de la Lengua Española.

En este caso, si la lengua no cuenta más que un término, la jerga técnica se ve en la necesidad de crear otros nuevos.

Como lengua propia de un grupo profesional, distinguirá operaciones que para el habla común se designan con un solo término.

Para conseguir su fin críptico, la germanía acude a la alteración fonética: lepar (pelar); a los extranjerismos: grido (del italiano grido, grito), alarse (del francés s'aller, irse); pero, sobre todo al uso metafórico: La cárcel es llamada madrastra, angustia, trabajo, temor, talego o saco; metáforas tan simples no necesitan explicación.