[3] Participó en unos 386 títulos desarrollando en su mayoría papeles de corte cómico y secundarios, destacando entre sus papeles los que hizo en Viridiana, El verdugo, La gran familia y Amanece que no es poco.
[3] Se casó a comienzos de los años 1950 con el húngaro Antonio Spitzer, profesor de idiomas, lo que haría que abandonase el teatro para dedicarse a su familia.
[5] Hasta mediados de los años 80 estuvo trabajando en el teatro con obras como Eugenia de Montijo, Bajo el mismo techo, Las siemprevivas se marchitan en otoño, Del dicho al hecho, Patatús (1986) en donde interpretó a la protagonista y[3] Arsénico y encaje antiguo (1987), de Joseph Kesselring.
En 1987 participaría en El bosque animado y,[4] un año después en Amanece que no es poco,[3] ambas de José Luis Cuerda.
[7] En 1995 reapareció en el teatro tras una década de inactividad en la obra La metamorfosis donde compartió cartel con su hijo Carlos.
A esta seguirían Un espíritu burlón, de Noel Coward; El siglo; El cianuro... ¿solo o con leche?
[3] Además de en el terreno profesional, fueron conocidas sus polémicas declaraciones como "ser actriz me ha venido de Dios", "la verdad del actor se encuentra sobre las tablas del teatro" y "puedo quedarme muerta en el escenario si sigo trabajando tanto", esta última sin llegar a publicarse.