Léo Ferré

Se definió a sí mismo como anarquista, forma de pensar que inspiró grandemente su obra.

Pero aquello que le impresiona más es la presencia del compositor Maurice Ravel en los ensayos de L'enfant et les sortilèges.

Después escribiría sobre su infancia solitaria y encerrada en una ficción autobiográfica titulada Benoît Misère (1970).

En secreto, él leía a los autores considerados subversivos por los padres del colegio: Voltaire, Baudelaire, Verlaine, Rimbaud, Mallarmé.

De regreso a Mónaco para obtener su título, se volvió un escritor independiente para el periódico Le Petit Niçois, como crítico musical, lo que le permitió acercarse a maestros de orquesta tan prestigiosos como Antal Dorati o Mitropoulos.

Al final de un concierto en Montpellier donde se presentaba el cantante Charles Trenet (1913-2001), Ferré le cantó tres de sus canciones, pero Trenet le aconsejó que no cantara, y que se contentara con escribir para los demás.

En 1943, René Baer le confió la letra de canciones que serían un éxito después: La chanson du scaphandrier y La chambre.

Juntos compusieron varias canciones especialmente apreciadas por su público, como Monsieur William (1950), Le temps du tango (1958), Comme à Ostende (1960) y Ne chantez pas la mort (1972).

Durante siete largos años tuvo que conformarse con compromisos episódicos en los diferentes bares de la ciudad: Les Assassins, Aux Trois Mailletz, L'Écluse, Le Trou, Le Quod Libetel o Milord l'Arsouille, los últimos tres dirigidos sucesivamente por su amigo Francis Claude, junto con quien escribiría varias canciones, incluyendo La vie d’artiste (1950), haciendo eco a su reciente divorcio de Odette.

Pero fue en la cantante Catherine Sauvage que él encuentra a la embajadora más leal, apasionada y persuasiva de su obra.