Henri Grégoire

Ante el estallido de la Revolución francesa en 1789, su prestigio intelectual le valió ser elegido por la bailía de Nancy para representar al estado eclesiástico en los Estados Generales convocados por Luis XVI.

Nada más llegar, se hizo un nombre dentro del grupo de clérigos y seglares de simpatías jansenistas y galicanas que apoyaban la Revolución.

Como presidente de la Convención, fue enviado junto con otros tres colegas a Saboya para negociar su adhesión a Francia, por lo que no asistió al juicio contra Luis XVI; sin embargo, escribió una carta en la que demandaba la condena al rey, aunque trató de salvar la vida al monarca proponiendo que la pena de muerte fuera puesta en suspenso.

Durante el Reinado del Terror, pese a los ataques en la prensa, en panfletos y en la Convención, Grégoire siguió vistiendo sus ropas eclesiásticas y siguió celebrando misa en su casa.

En su pretensión centralizadora, estabilizadora y homogeneizadora, la Revolución no podía permitir la existencia de esos dialectos, y Grégoire propuso la imposición del francés parisino sobre la población, erradicándose todos los demás dialectos.

Fue expulsado del Institut de France y obligado a retirarse, si bien siguió siendo influyente.

Para evitar esto, Luis XVIII decidió modificar la ley electoral, e hizo anular la elección de Grégoire.

Desde 1819 hasta su muerte en 1831, el antiguo obispo vivirá de manera humilde en el retiro, dedicándose a la literatura y manteniendo una amplia correspondencia con otras personalidades de Europa.

Sus medios, escasos, le obligarán a vender su biblioteca para obtener algún dinero.

Aparte de múltiples panfletos políticos, Grégoire publicó diversas obras:

Portada de su libro de 1809 sobre la Literatura de los Negros.