Dicha tarea, en la que participaron monarcas, los monjes del monasterio de San Benito, el ayuntamiento y algunas familias, fructificó en los llamados viajes de aguas, conducciones para transportar el agua desde los manantiales hasta las fuentes urbanas.En 1441 el rey Juan II de Castilla donó a los monjes de San Benito unos terrenos, para su uso y disfrute, en el pago denominado Argales, donde había un manantial.Las obras concluyeron en 1622, siendo en siglos posteriores ampliada la red de abastecimiento y el número de fuentes, entre las que se incluyeron Caño Argales o Estación, por ejemplo.[1] La longitud de la conducción era de 5 kilómetros, siendo en superficie en su primer tramo y subterránea el resto del recorrido, y en ella se construyeron 32 arcas o cajas cuya función era recoger el agua, regularla, filtrar impurezas y salvar los desniveles.Cuatro años después, la prensa local denunciaba cómo nuevamente las arcas habían sido expoliadas y presentaban grafitis en las paredes, basura en su interior y cubiertas de maleza.