Verso libre

Por tanto es una forma muy próxima al poema en prosa y la prosa poética, de los que se distingue visualmente por conservar la disposición tipográfica en líneas sangradas propia del verso.Al uso del verso libre se le denomina frecuentemente versolibrismo,[1]​ neologismo que no está recogido en el Diccionario de la Real Academia Española (2022).Con el precedente de la aestrófica silva barroca del siglo XVII, que lo anuncia, el verso libre nace en la segunda mitad del siglo XIX como alternativa a las formas métricas estróficas consagradas por la tradición, como el soneto o la décima, pues se tenía por una forma más natural, más coloquial y menos convencional que el verso medido común, al reproducir la respiración e "inspiración" misma del poeta.Stéphane Mallarmé resumía así su postura: En Alemania Goethe lo probó en algunos poemas, logrando algunas obras maestras como su "Prometheus", y Hölderlin lo usó ocasionalmente, pero el más insistente fue Heinrich Heine, quien lo utilizó en 22 poemas.Con varios precedentes importantes (Rosalía de Castro, José Martí, José Asunción Silva, Amado Nervo, Rubén Darío),[2]​ en el mundo hispánico lo introdujo fundamentalmente Juan Ramón Jiménez, después de ciertos tanteos en su libro Estío (1916, poemas XLIV, L, LXI y LXIX) con un poemario por primera vez enteramente escrito en verso libre, su Diario de un poeta recién casado (1917) y poco después lo siguió León Felipe, aunque con un tipo de verso libre más bien afín al estilo whitmaniano que al simbolista (no en vano había traducido a Whitman), para al fin instaurarse como un medio natural de expresión entre los poetas de las Vanguardias (que no asumen tradición alguna, ni siquiera la métrica), en especial los surrealistas de la Generación del 27, en la modalidad conocida como versículo (Vicente Aleixandre, Luis Cernuda, Rafael Alberti, Federico García Lorca) y algunos hispanoamericanos (Pablo Neruda, Vicente Huidobro, José Antonio Ramos Sucre, Jorge Luis Borges ocasionalmente).