Las últimas dos estrofas (que comienzan por O Salutaris Hostia) son un canto de alabanza a la Eucaristía y son usadas también como himno de exposición tanto en la Iglesia católica como en la anglicana.
La segunda línea: "Nec Patris linquens dexteram", la cual los revisores del papa Urbano VIII dejaron intacta y carece de prosodia clásica, está en ritmo acentual y rima alternativamente.
Quibus sub bina specie Carnem dedit et sanguinem; Ut duplicis substantiæ Totum cibaret hominem.
O salutaris hostia, Quæ cæli pandis ostium, Bella premunt hostilia; Da robur, fer auxilium.
Uni trinoque Domino Sit sempiterna gloria: Qui vitam sine termino Nobis donet in patria.
Oh, salvadora hostia que abres la puerta del cielo, Guerras implacables (nos) oprimen: da(nos) fuerza, danos auxilio.
Sin embargo, autores como C. Lambot, o L. Delaissé lo ponen en duda debido precisamente a que la adjudicación se hizo ya muerto el Aquinate.