En el Primer Concilio de Lyon (1245) atrajo la atención del papa Inocencio IV, quien lo envió en dos misiones al Imperio germánico.
En su política terrenal, figuraba como objetivo prioritario impedir la expansión gibelina en Italia, por lo que conspiró para expulsar de Sicilia a los partidarios del emperador alemán, a cuya cabeza se encontraba su hijo Manfredo de Sicilia.
Ante el rechazo del monarca francés, realizó el ofrecimiento a su hermano, Carlos, conde de Anjou.
Carlos prometió a su vez restaurar el censo anual y el tributo feudal al papa como señor supremo, acordándose unas 10 000 onzas de oro, mientras que Urbano IV trabajaría para impedir que Conradino de Hohenstaufen fuera elegido rey.
Fue sucedido por Gui Foucois, que reinó con el nombre de Clemente IV.
Dos siglos después de su muerte, Urbano IV se convirtió en un personaje importante en una leyenda que circuló sobre el poeta y minnesänger alemán Tannhäuser, contemporáneo del papa.