La iglesia fue trazada por diversos arquitectos a lo largo del siglo XVII y XVIII.
El templo pasó a manos de los Franciscanos en el siglo XVIII.
La verbena nace a finales del siglo XIX en torno a las celebraciones religiosas, y duraba en Madrid tres días, la víspera, el día del Santo y el día después.
Las celebraciones religiosas van perdiendo a finales del siglo protagonismo y recae la fiesta finalmente en las celebraciones de la verbena que se instala a lo largo del eje de la calle Embajadores.
Se suele celebrar en la actualidad con concursos de trajes típicos (goyescos, manolos, chisperos).