Las primeras ideas sobre una lengua universal en que se basa el concepto actual de usar una lengua intermedia en la traducción automática se remontan al siglo XVII, con Descartes y Leibniz.
Durante los años setenta cabe destacar los estudios realizados en Grenoble para traducir trabajos matemáticos y físicos del ruso al francés, aunque no fueran puramente mediante una lengua intermedia.
Un trabajo similar se desarrolló en Texas (dentro del proyecto METAL) entre ruso e inglés.
El segundo lenguaje intermedio utiliza un vocabulario más específico y cercano a la lengua de destino y, en orden para concluir la traducción, extrae los análisis estructurales de las oraciones en lengua objetivo.
Durante su desarrollo, la invención consideraba sólo los idiomas más hablados, pero puso especial atención y cuidado en el desarrollo de sistemas válidos que permitieran extensiones a todas las lenguas.
La indudable ventaja de esta estrategia es que ofrece solidez y, sobre todo, economía en la traducción en sistemas multilingües.
Así, mediante el método tradicional de traducción directa necesitamos un par de módulos traductores para cada pareja de lenguas (en total N*(N-1) módulos, como se puede apreciar en la Figura 2); mientras que para la traducción mediante lengua intermedia tan solo necesitamos 2*N módulos, ya que cada lenguaje sólo se relaciona con la lengua intermedia.
Éste debería reunir las siguientes características: Cuanto mayor sea el número de lenguas y más distintas, más rico deberá ser el lenguaje intermedio para poder expresar todos los matices.