El término titanismo (también indicado con el lema prometeísmo) deriva del titán Prometeo que, con un heroico y desesperado espíritu de desafío, le robó el fuego a Zeus para dárselo a los hombres[1]) y remite a los Titanes, los dioses más antiguos (prótheroi theoí[2]), nacidos antes de los dioses Olímpicos y engendrados por Urano (Cielo) y Gaia (también Gea, Tierra),[3] protagonistas del episodio mitológico de la rebelión contra la dominación de Zeus y los demás dioses del Olimpo.El titanismo está vinculado a la actitud espiritual y material de la rebelión del hombre, que desafía fuerzas superiores a él y que lleva hasta el fondo su lucha, aunque él comprende que solo la derrota le espera.El titán es el héroe que no renuncia a luchar, aun previendo su derrota, la finitud del mundo o las fuerzas superiores, como el destino, la voluntad divina, las fuerzas naturales, la tiranía, que lo obligan impidiéndole el libre ejercicio de su voluntad.Estas representaciones de una humanidad que aspira a alcanzar metas prohibidas e imposibles pero convencidas, como los renacentistas, de que la belleza y armonía del cosmos viven en su interioridad.El titanismo es una característica literaria inequívoca del Romanticismo que lo conecta con la teorización filosófica del absoluto, el infinito inmanente a la realidad (a menudo coincidente con la naturaleza) que provoca en el hombre una tensión perenne y punzante hacia lo inmenso, lo ilimitado: Por lo tanto, en el poeta romántico se pueden encontrar dos actitudes espirituales opuestas: