El término Terror Rojo hace referencia a los actos de violencia y vandalismo, política y culturalmente motivados, que formaron parte de la represión en la zona republicana durante la guerra civil española.
[2][3] El término «Terror Rojo» se empleó por primera vez para definir las últimas seis semanas del período conocido como El Terror durante la Revolución francesa, que finalizaron con la ejecución de Maximilien Robespierre.
Antes de la Guerra Civil el término «Terror Rojo» se empleaba exclusivamente en referencia a dicho período.
La izquierda masacró más en los primeros meses, pero la represión nacionalista probablemente alcanzó su punto álgido solo después de que terminara la guerra, cuando se impuso el castigo y la venganza en la izquierda vencida.
El Terror Blanco pudo haber matado a cincuenta mil, quizá menos, durante la guerra.
[15] El periodista e historiador César Vidal llega a un total nacional de 110.965; 11.705 personas asesinadas solo en Madrid.
[18] Familiares de religiosos republicanos asesinados por los nacionalistas han solicitado un reconocimiento similar, criticando el trato desigual.
[21] trece obispos fueron asesinados, los pertenecientes a las diócesis de Sigüenza Lérida, Cuenca, Barbastro, Segorbe, Jaén, Ciudad Real, Almería, Guadix, Barcelona, Teruel y el auxiliar de Tarragona.
[8] Los ataques no se limitaron a las iglesias católicas de la zona republicana, ya que las sinagogas también fueron saqueadas y cerradas.
[34] La relación entre la nueva República secular y la Iglesia Católica fue tensa desde el principio.
[35] Los que buscaban liderar a los 'fieles ordinarios' habían insistido en que los católicos tenían una sola opción política, en ese momento, la Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA): "Votar por la CEDA se presentó como un simple deber; los buenos católicos iban a Misa el domingo y apoyaban, generalmente, la derecha política".
El mero hecho de estar afiliado con la Iglesia o alguna organización católica era suficiente para que una persona fuera ejecutada sin previo juicio.
La CEDA apoyó al gobierno de Lerroux y le hizo otorgar tres cargos ministeriales.
La hostilidad entre la izquierda y la derecha aumentó después de la formación del gobierno.
Casi todas las rebeliones fueron aplastadas por el gobierno a lo que siguieron arrestos políticos, y asesinatos.
[48][49] Sin embargo, los brotes de violencia ocasionados por el anticlericalismo venían ocurriendo de forma habitual desde el siglo XIX, es decir, mucho antes del primer uso moderno del término como referencia a violencia política originada por un partido revolucionario.
Numerosos distritos y localidades fueron sumados al Frente Popular, en vez del votado CEDA.
Posteriormente, como se ha dicho, los presos que figuraban en las 23 sacas citadas fueron fusilados de manera sumaria por milicias pertenecientes a las organizaciones obreras.
Paul Preston, «las sacas y las ejecuciones, conocidas bajo el nombre genérico de “Paracuellos”, constituyeron la mayor atrocidad cometida en territorio republicano durante la guerra civil española, y su horror puede explicarse, aunque no justificarse, por las aterradoras condiciones de la capital sitiada».
Diversos personajes destacables de la Historia y Literaturas como César Vidal, Pío Moa,[59] Rafael Casas de la Vega[cita requerida], o Stanley G. Payne han secundado la misma conclusión.
Según el autor Donald Rayfield, "Stalin, Yezhov y Beria desconfiaban de los participantes soviéticos en la guerra española.
Los agentes de la NKVD enviados a España estaban más interesados en secuestrar y asesinar a anti-estalinistas entre los líderes republicanos y los comandantes de la Brigada Internacional que en la lucha contra Francisco Franco.
[69] Por el contrario, historiadores como Helen Graham,[70] Paul Preston,[71] Antony Beevor,[72] Gabriel Jackson,[73] Hugh Thomas e Ian Gibson[74] han declarado que las ejecuciones masivas detrás de las líneas nacionalistas fueron organizadas y aprobadas por las autoridades nacionalistas, y las ejecuciones detrás de las líneas republicanas fueron el resultado del colapso del Estado republicano y la anarquía.
El miedo a una "quinta columna" deshumanizada y homicida tenía sus raíces en la cultura política excluyente de la izquierda.
Sólo después del fracaso de la arremetida de Franco en el invierno de 1936-1937, cuando quedó claro que la guerra duraría más y el frente se había estabilizado, surgió una quinta columna, aunque nunca tan poderosa o extensa como la que los republicanos temían; se centró en gran medida en la asistencia mutua, el espionaje y socavar la moral republicana, evitando actividades terroristas como atentados con bombas y asesinatos.
La académica Mary Vincent ha escrito: “No había duda de que la Iglesia se alinearía con los rebeldes contra la República.
[79] Durante la guerra, los nacionalistas afirmaron que 20.000 sacerdotes habían sido asesinados; la cifra se sitúa ahora en 4.184 sacerdotes, 2.365 miembros de otros institutos religiosos y 283 religiosas, la gran mayoría durante el verano de 1936.
[88][89] Las actitudes del lado católico hacia el gobierno y la Guerra Civil que siguieron se expresaron en una carta episcopal conjunta del 1 de julio de 1937, dirigida por los obispos españoles a todos los demás obispos católicos.
Numerosas personalidades de izquierda fueron juzgadas por el Terror Rojo, no todas culpables.
[93] Pidió su plena participación en sociedad y los confió a la compasión de la Iglesia en España.