El médico griego Hipócrates (c. 460 - c. 370 a. C.) describió los cuatro temperamentos como parte del antiguo concepto médico del humorismo, según el cual cuatro fluidos corporales afectan los rasgos y comportamientos de la personalidad humana.
Se creía que ciertos estados de ánimo, emociones y comportamientos humanos eran causados por un exceso o falta de fluidos corporales (llamados "humores"), que clasificó como sangre, bilis amarilla, bilis negra y flema.
Estas últimas cuatro fueron las categorías temperamentales que Galeno denominó "sanguíneo", "colérico", "melancólico" y "flemático" por los humores corporales.
Así, la sangre, que se consideraba caliente y húmeda, correspondía a la primavera.
[13] Incluso Galeno propuso una teoría sobre la importancia de una digestión adecuada para formar una sangre saludable.
Esto significaba que contendría demasiada bilis amarilla y el paciente tendría fiebre.
Los aplicó a "aspectos emocionales, capacidad mental, actitudes morales, autoconciencia, movimientos y sueños".
Esta teoría determinista ambiental se mantuvo hasta mediados del siglo XVIII cuando autores como David Hume (Of National Characters, 1742) o Voltaire (Essai sur les moeurs et l'esprit des nations, 1753) introdujeron otros factores como la forma de gobierno o las creencias religiosas.
[22] El historiador español Xavier Torres concluye: «Tanto para los tratadistas europeos, desde Bodin o Montaigne hasta Montesquieu, como para los viajeros de cualquier condición, las "naciones" de la Europa moderna seguían siendo, más que nada un conjunto peculiar de gente; y que se definía o singularizaba no tanto en términos lingüísticos como humorísticos».
[22] El compositor clásico del siglo XVIII Carl Philipp Emanuel Bach compuso una sonata en trío en Do menor conocida como Sanguineus et Melancholicus (Wq 161/1).
[26][27] : 253 El autor francés del siglo XIX Émile Zola utilizó los cuatro temperamentos como base para su novela Thérèse Raquin.