Ventaja comparativa

Esta teoría fue desarrollada por David Ricardo a principios del siglo XIX, y su postulado básico es que, aunque un país no tenga ventaja absoluta en la producción de ningún bien, es decir aunque fabrique todos sus productos de forma más cara que en el resto del mundo, le convendrá especializarse en aquellas mercancías para las que su ventaja sea comparativamente mayor o su desventaja comparativamente menor.

Se dice entonces que el país A tiene una ventaja comparativa respecto al B.

Consecuentemente, los aranceles tienen un efecto negativo sobre la economía, ya que privan al consumidor de productos baratos, y a los que producen el bien más barato, de beneficios.

Análisis Económico: aLx = Factor de trabajo del producto X en el país A aLy = Factor de trabajo del producto Y en el país A aL'x = Factor de trabajo del producto X en el país B aL'y = Factor de trabajo del producto Y en el país B

No tendremos ningún tipo de ventaja comparativa dado que dará igual producir un bien o el otro.

La teoría de la ventaja comparativa no se muestra solo en el comercio internacional, puede tener también su aplicación en cualquier mercado.

Su vecino puede cortar el césped del jardín de nuestro golfista en 5 horas, tiempo que podría dedicar a trabajar en una empresa y ganar 100 €.

Sin existir comercio entre los dos países, se produce diariamente 16 ordenadores y 100 kg de trigo.

Si todo el tiempo que poseen lo dedican a aquello que poseen ventaja comparativa: Ordenadores: Trigo: Ahora en el mundo se producirá diariamente 24 ordenadores y 120 kg de trigo, trabajando las mismas horas.

En conclusión, el ejemplo matemático demuestra que a través del comercio internacional el bienestar de los países aumenta, ya que se produce más gracias a una mejora en la eficiencia productiva, además existe un mayor número de productos destinados al consumo, por lo que el bienestar de los consumidores aumenta.

Indica que el libre comercio internacional beneficiaría a todos los países participantes y al mundo en su conjunto porque podrían aumentar su producción global y consumir más al especializarse según sus ventajas comparativas.

Además, esta especialización no se produciría por casualidad o por intención política, sino que sería automática.

Sin embargo, según los economistas no neoclásicos, la aplicación de las teorías del libre comercio y de las ventajas comparativas se basa en supuestos que no son ni teórica ni empíricamente válidos[1]​[2]​[3]​

Sin ella, no habría razón para que el libre comercio internacional se regule por medio de la ventaja comparativa.

David Ricardo era consciente de que la inmovilidad internacional del trabajo y el capital es una hipótesis indispensable.

En la práctica, sin embargo, los trabajadores se desplazan en gran número de un país a otro.

Y la ventaja absoluta no garantiza un buen resultado para todos los socios comerciales.

Si los precios están equivocados debido a externalidades positivas o negativas, el libre comercio producirá resultados subóptimos[1]​·.

En cuanto a las externalidades positivas, si una industria genera efectos indirectos tecnológicos para el resto de la economía, el libre comercio puede permitir que esa [industria] sea eliminada por la competencia extranjera porque la economía ignora su valor oculto.

[2]​ Según la teoría, la única ventaja del comercio internacional es que los bienes se vuelven más baratos y disponibles en mayores cantidades.

Los desarrollos dinámicos endógenos al comercio, como el crecimiento económico, no están incorporados en la teoría de Ricardo.

[2]​ Sin embargo, el mundo, y en particular los países industrializados, se caracterizan por ganancias dinámicas endógenas al comercio, como el crecimiento técnico que ha llevado al aumento del nivel de vida y la riqueza del mundo industrializado.

Sin embargo, los desequilibrios comerciales son la norma y el comercio equilibrado es en la práctica sólo una excepción.

Es principalmente un medio de pago y también se utiliza para almacenar valor, para saldar deudas, para transferir riqueza.

Desde un punto de vista teórico, la teoría de la ventaja comparativa debe suponer que el trabajo o el capital se utiliza a plena capacidad y que los recursos limitan la producción.

Todo el fundamento del comercio internacional desaparecería, al igual que las posibles ganancias.

En ese caso, un Estado podría incluso ganar más si se abstuviera de participar en el comercio internacional e impulsara la producción nacional, ya que ello permitiría emplear más mano de obra y capital y aumentar el ingreso nacional.

Además, cualquier mecanismo de ajuste que subyace a la teoría ya no funciona si existe desempleo[1]​·.

Situación poco realista 8, no explica bien el comercio entre países con capacidades industriales similares.

Por ejemplo España y Francia comercian automóviles entre sí sin que uno tenga una ventaja comparativa sobre el otro.

Una ilustración del principio de ventaja comparativa en un caso ficticio que confronta a dos grupos de individuos: uno más eficiente que el otro en los dos tipos de producción previstos (el queso y el vino). La especialización de cada uno de los grupos en la producción para la cual disponen de una ventaja comparativa y el recurso al comercio libre beneficia a ambos.