En una economía competitiva privada, los equilibrios no estarán, en general, en un óptimo de Pareto, ya que solo reflejará efectos privados (directos) y no los efectos sociales (directo más indirecto), de la actividad económica.
[4] Las externalidades son generalmente clasificadas en externalidades negativas, cuando una persona o una empresa realiza actividades, pero no asume todos los costos, efectivamente traspasando a otros, posiblemente la sociedad en general, algunos de sus costos; y externalidades positivas, cuando esa persona o empresa no recibe todos los beneficios de sus actividades, con lo cual otros —posiblemente la sociedad en general— se benefician sin pagar.
Sin embargo, Smith deja claro que, en su opinión, esos gastos deberían ser idealmente cubiertos por quienes se benefician más inmediata y directamente.
cit, libro 5: Conclusión) La discusión en esta época (siglos xix y xx) se centró, como era típico en la escuela clásica, en los efectos generales, que permitían ya sea la obtención de beneficios sin contribuir o el sufrimiento de consecuencias sin beneficios.
El estudio de esos fenómenos fue modificado profundamente con la aparición del neoclasicismo.
Alfred Marshall nota, en su obra Principios de economía (1890) que no solo existen beneficios o costos «generales» sino también «sectoriales» e incluso individuales.
Adicionalmente, Marshall enfatiza que esos efectos son resultados inesperados: algunas empresas obtienen una reducción en los costes que no son resultado de las acciones de ellas mismas, sino que se originan externamente debido, por ejemplo, a la expansión del mercado o a la mejor calidad en la mano de obra, consecuencia del acceso a mejores niveles de salud, educación y cultura provistos por otras firmas o por la sociedad como un todo.
Sin embargo, un análisis más detallado sugiere que tal contradicción podría ser solo aparente.
Por el contrario, cuando los beneficios privados son superiores al beneficio social (efectos negativos) la empresa tenderá a producir más que lo socialmente deseable, dado que efectivamente está traspasando parte de sus costes a terceros.
(ver Pigou y la economía del bienestar), intervención que tomara la forma de un subsidio a las empresas que producen externalidades positivas y un gravamen en el caso de las externalidades negativas.
Es generalmente considerado que William Baumol ha sido instrumental en adecuar esas propuestas a concepciones económicas contemporáneas, en su obra On Taxation and the Control of Externalities (1972).
[12] En la opinión de Baumol, las externalidades se pueden clasificar en beneficiosas, aquellas que crean beneficios externos a quienes están directamente envueltos en la producción de los bienes en cuestión; y detrimentales, las que imponen un costo a otros.
En definitiva, los estadounidenses también pagan un alto precio, tanto en insatisfacción personal como a consecuencia de las venganzas elaboradas contra ellos por otros no tan privilegiados.
Las externalidades se dan con frecuencia en actividades relacionadas con el medio ambiente, en casos en los que los derechos de propiedad no están bien definidos.
Las soluciones que se aplican en la realidad suelen comprender tanto los impuestos y las subvenciones como la regulación.
Sin embargo, ambas suelen pagar unas cuotas similares de seguro médico.
En cada caso la nueva tecnología fue traída en uso antes de que los últimos riesgos fueran conocidos.
Hay dos aproximaciones fundamentales a las posible soluciones al problema de las externalidades.
[34] Lo anterior da origen, a nivel práctico, a tres aproximaciones principales: Estas tentativas se pueden dividir en dos grandes grupos: tentativas de persuasión o dirección por parte del gobierno y tentativas de control legal directo, que generalmente se refieren a las externalidades negativas o detrimentales.
Sin embargo, si, por ejemplo, los derechos de propiedad sobre el aire especificaran la calidad del aire a la que se tiene derecho legal, fumadores y no fumadores podrían negociar sobre las compensaciones adecuadas relacionadas con los perjuicios ocasionados por el humo del tabaco.
Sin embargo, como se señaló más arriba, estas soluciones entre fumadores y no fumadores no son tan sencillas, por lo que recientemente, los distintos Estados han tenido que tomar cartas en el asunto al tratarse de un problema de salud pública.
[37] Ejemplos de esta aproximación incluyen leyes y acuerdos tanto internacionales como nacionales relacionadas con las responsabilidades contractuales (ver, por ejemplo: Requisitos del contrato; Incoterm; etc) y derechos tanto de productores y usuarios como terceros, representados por cosas tales como las litigaciones de grupo o clases permitidas bajo la legislación española.
Adicionalmente, hay aquellas actividades que, en las palabras de Adam Smith, incurren en tales costes y generan tan pocos beneficios para el proveedor, que pocos o nadie se interesa en efectuarlas.
Similarmente, la asignación de derechos de propiedad y la negociación sobre los mismos pueden dar lugar a ya sea los mismos comportamientos estratégicos o incluso algunos adicionales, lo que impediría alcanzar una solución óptima.
Adicionalmente, no siempre es el caso que los actores poseen la necesaria información o que los costes de transacción (es decir, los costos legales) asociados a una posible negociación sean por lo menos ínfimos.
Finalmente, sucede que el tipo más común de solución es un acuerdo «tácito entre las partes» ya sea a través del proceso político —los Gobiernos son elegidos para lograr compromisos políticos entre los diversos intereses.
Sin embargo, no es menos cierto que tales acuerdos pueden concretarse más rápida o efectivamente debido a la amenaza de la acción gubernamental.
Cualquiera de esos cánceres por sí mismo podría deberse a causas no relacionadas en absoluto con la central eléctrica.