La división internacional del trabajo es aquella que corresponde al proceso de producción global entre países y regiones, mediante la especialización en la elaboración de determinados bienes.
A medida que América fue lentamente descolonizándose del mundo entre el siglo XIX y mediados del siglo XX, las decisiones económicas sobre el mejor modo de dividir la producción mundial fueron pasando a los grandes grupos empresarios y financieros.
Luego de la Segunda Guerra Mundial un grupo de economistas latinoamericanos, agrupados en la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) de las Naciones Unidas entre los que se destacan el argentino Raúl Prebisch y el brasileño Celso Furtado, concluyeron que la división internacional del trabajo era un factor decisivo para el desarrollo económico de las naciones, dando origen a una escuela económica que se ha conocido como desarrollismo o estructuralismo.
El desarrollismo sostiene que la división internacional del trabajo, tal como se encontraba dada a mediados del siglo XX, dividía el mundo en dos: un pequeño grupo de países dedicados a producir bienes industriales, y el resto de los países dedicados a producir materias primas.
En el comercio internacional, las materias primas en general pierden valor relativo frente a los bienes industrializados, en un fenómeno que fue llamado Deterioro de los términos de intercambio.