Las semillas son muy pequeñas (45.000/kg), y germinan con dificultad, siendo necesario tostarlas o someterlas a un baño en agua hirviendo de menos de un minuto para obtener un porcentaje adecuado en la germinación.
Estos últimos ecotipos son los que resultan más interesantes para la producción de forraje, y por tanto para ser cultivados.
El rango normal para el cultivo es de 1.000-2.000 m de altitud, aunque crece bien hasta altitudes que se acercan los 3.000 m en las zonas tropicales y es uno de los pocos árboles forrajeros que pueden soportar las heladas hasta los -9 °C en las tierras tropicales altas, aunque se debe tener cuidado con las plántulas pequeñas, que son más sensibles a las heladas.
[7] El Cytisus proliferus se extiende por las islas centrales y occidentales del archipiélago canario (El Hierro, La Palma, La Gomera, Tenerife y Gran Canaria) donde está representado por la subespecie proliferus.
[5] El tagasaste adquirió gran importancia en Australia y Nueva Zelanda a partir de las semillas enviadas a finales del siglo XIX por el médico Victor Pérez al Real Jardín Botánico de Kew, en Inglaterra.
[7] Actualmente se encuentra establecido y se investiga su capacidad productiva y la calidad del forraje en otros países como Hawái, Norte de África, Argentina, Etiopía, Chile, Italia, Sudáfrica, Java, California, Portugal, Kenia, Tanzania,[13] y más recientemente se están iniciando algunos estudios de evaluación en la península ibérica,[14] concretamente en el suroeste (Huelva).
[5] Durante siglos, los agricultores de las Islas Canarias han dependido del tagasaste para mantener a su ganado en los largos veranos secos.
[15] En Australia la aparente necesidad de la cosecha manual o mecánica fue un serio problema inicialmente para los agricultores.
Con una buena gestión de las plantaciones son plenamente productivas en secano durante varios años.
La experiencia demuestra que los arbustos de las plantaciones deben mantenerse pequeños y tupidos.
Cytisus proliferus fue descrito por Carlos Linneo el Joven y publicado en Supplementum Plantarum 328.
;[19] según otras etimologías se deriva de la palabra griega kytos (= cavidad.)