El Gobierno republicano necesitó desplazar a Bujalance una sección del Ejército desde Córdoba capital para poner fin al levantamiento revolucionario.
El día 10 de diciembre se declara en el pueblo la huelga general y vecinos armados recorren las calles anunciando la proclamación del comunismo libertario.
A primeras horas de la madrugada llegaron al pueblo refuerzos de otros puestos, pero para entonces los revolucionarios ya se habían organizado en varios grupos y tomado varios lugares del pueblo.
En la estación telegráfica no había más que el oficial Juan Begué Castro, su esposa y dos niños de corta edad.
A. pesar de las amenazas, el telegrafista se negó a abrir, y, desafiando las balas, telegrafió al gobernador que estaba cercado, que los grupos se adueñaban del pueblo y era preciso el envío de fuerzas.
La primera autoridad de la provincia le indicó que si veía su vida en peligro se pusiera a salvo.
En el Consistorio, el alcalde Cristóbal Girón Romera y un grupo de guardias municipales los recibieron con disparos.
Los cabecillas, Ildefonso Coca, David Milla, el Niño del Aceite, Romera, el Perdigón y el Jubiles, no fueron detenidos.
Al día siguiente se hallaron dos cadáveres, el de Antonio Milla Salas y José Porcel, secretario del Centro Obrero La Armonía.