Se trata de Antonio Retama, un acomodado empresario dado erróneamente por muerto unos días antes cuando en realidad estaba cataléptico.
Allí se suceden una serie de equívocos motivados por la aparición del supuesto difunto.
Impactado por su transitoria muerte y posterior resurrección, Antonio decide dedicarse a la música, su gran afición.
Dora añora a César y le escribe una carta anónima revelándole su paradero.
La compañía Concha Films había sido constituida ese mismo año 1957 por Justo Ortiz.
Su única producción fue esta película, diseñada para el lucimiento de Conchita Ortiz, hija del productor.
Esto suponía un claro perjuicio para la productora, de manera que se procedió realizar cambios en el montaje y a añadir «nuevas y costosas secuencias», tras lo que se recurrió la clasificación.