Forma junto las sonatas D. 958 y D. 959 las últimas obras mayores para piano del compositor, todas escritas durante sus últimos meses de vida, entre primavera y otoño de 1828, época en que se encontraba afectado por una sífilis terciaria.
“He compuesto, entre otras cosas, tres sonatas para piano solo, que me gustaría dedicar a Hummel […].
Precisamente juntas serán publicadas en 1838, por Anton Diabelli, sin número de opus pero con el título: “Very last composers of Franz Schubert – Three Great Sonatas”.
Surge entonces, bajo la amplia melodía, un retumbar de bajos (trino disonante en sol bemol) que jugará un papel estructural y cadencioso; es la clave para la organización del movimiento, es él quien introduce la repetición en sol bemol mayor.
Una pausa lenta y paulatina, de atmósfera enrarecida, precede a la recapitulación, enriquecida con nuevas armonías y seguida de una gran coda donde el tema inicial reaparece tres veces más, en una iluminación constantemente renovada, para finalmente volver suavemente al silencio por donde había llegado.
El tema, algo lúdico e incluso travieso, comienza en do menor antes de volver a la tonalidad principal.
Una segunda melodía, amplia, himnaria, en negras ligadas, nos lleva al sol mayor y redescubre momentáneamente la atmósfera del primer movimiento cuando, de repente, dos violentos acordes afirman el fa menor e introducen un tercer elemento, con ritmos fuertemente punteados.