Más tarde, Curzon sería el encargado de interpretar por primera vez el primer concierto para piano de Alwyn en 1931.
[5] Tocó con frecuencia con el director George Szell, del que era amigo, y la Orquesta de Cleveland.
[6] En 1958, Curzon fue honrado con la Orden del Imperio Británico (CBE) y en 1977 fue nombrado Caballero.
Considerado como una de las estrellas del panorama concertístico internacional durante tres décadas, del que a veces se retiraba durante meses para estudiar y trabajar detenidamente su repertorio,[7] Curzon es, en opinión de algún crítico, uno de los más sutiles y reflexivos pianistas de la segunda mitad del siglo XX.
[8] Para Daniel Barenboim, quien lo convierte en uno de sus héroes musicales, Curzon tenía, especialmente en sus interpretaciones de Mozart y Schubert, un muy personal sentido del sonido, y sufría una fuerte tensión nerviosa durante los conciertos, que le hacía sonar de forma muy diferente que en la intimidad.