Sin embargo, hay una sutil coherencia en la obra que contrarresta su calidad aparentemente informe.
El segundo movimiento, Tempo andante, ma rubato, está en re menor y en compás de 4/4 que inmediatamente pasa a 3/8.
Dos temas opuestos parecen enzarzarse en una batalla: Primero, una melodía fúnebre para fagot en re menor, marcada como "lúgubre", alcanza una culminación imponente en los vientos y los metales; después, un tema etéreo y rumiativo es interpretado por cuerdas divididas en la tonalidad de fa sostenido mayor.
Pregunté quién podría ser una y otra vez más – pero no hubo respuesta.
Finalmente el desconocido comenzó a cantar y es entonces cuando Don Juan supo de quién se trataba.
Dos meses más tarde, en Florencia, esbozó el segundo tema, con una nota que dice «Christus», quizás simbolizando la muerte y la resurrección del movimiento, o incluso, Finlandia.
Sin embargo, Robert Kajanus, dijo que el movimiento «le golpea a uno como la protesta más descorazonada contra toda injusticia que amenaza en la actualidad de privar al sol de su luz y de nuestras flores su olor.»[13] El movimiento culmina con un tema ascendente en los metales, siguiendo por un motivo etéreo casi como una neblina en las cuerdas en divisi.
[1] Un scherzo energético en tonalidad menor con motivos rítmicos en las cuerdas es ardiente y rápido.
Uno siente lo que está en juego en la contrastante sección en trío con el motivo del oboe en sol bemol mayor.»[5]
En las obras posteriores, su interés se centró más en la búsqueda de nuevos métodos formales basados en la fragmentación y la recombinación.
Tras el estreno, la sinfonía disfrutó de un éxito sin precedentes en Finlandia y supuso el gran avance en Alemania que tanto ansiaban los compositores escandinavos de esta época (y que Carl Nielsen, por ejemplo, nunca consiguió).
[17] El compositor finlandés Sulho Ranta dijo, «Hay algo acerca de esta música —al menos para nosotros— que nos lleva al éxtasis; casi como un chamán con su tambor mágico».
[16] Sin embargo, Virgil Thomson escribió para el New York Herald Tribune que la sinfónica es «vulgar, autoindulgente, y provinciana, más allá de lo indescriptible».