En esta época Haydn trabajaba al servicio del conde Carl von Morzin en la corte de Lukavec.
Pasada por alto en compilaciones anteriores, la obra fue identificada por primera vez por Adolph Sondberger en 1934.
En cuanto a la participación del clavecín como bajo continuo en las sinfonías de Haydn existen diversas opiniones entre los estudiosos: James Webster se sitúa en contra;[8] Hartmut Haenchen a favor;[9] Jamie James en su artículo para The New York Times presenta diferentes posiciones por parte de Roy Goodman, Christopher Hogwood, H. C. Robbins Landon y James Webster).
No obstante, existen grabaciones con clavecín en el bajo continuo realizadas por: Trevor Pinnock (Sturm und Drang Symphonies, Archiv, 1989-1990); Nikolaus Harnoncourt (n.º 6–8, Das Alte Werk, 1990); Sigiswald Kuijken (incluidas las Sinfonías de París y Londres; Virgin, 1988-1995); Roy Goodman (Ej.
[4] La sinfonía es ligeramente atípica en el contexto actual, en parte debido a la tonalidad es el único movimiento rápido escrito en si.
Es una bella e intrincada miniatura que desarrolla una asombrosa complejidad a partir de una idea sencilla.