La Crónica de Alfonso X recoge los últimos momentos del monarca:[1]
[3] A los pies de la imagen sedente se encontraba el sepulcro que contenía los restos del rey, recubierto con una chapa de plata labrada y adornada con castillos, leones, cruces y águilas.
La estatua orante que representa a Alfonso X es obra de los escultores Antonio Cano y Carmen Jiménez.
Sobre la urna está colocada la estatua orante que representa al monarca, que aparece cubierto por un manto real, coronado con corona de bronce, y arrodillado ante un reclinatorio.
El propósito del monarca era que su corazón fuera llevado al Monte Calvario, en Tierra Santa, y sus entrañas al monasterio murciano de Santa María la Real del Alcázar.