El daño que experimentó la ciudad no fue de consideración en sus edificios y sólo dos personas fueron heridas por las bombas.Las formas del oficio, la imposibilidad de plantear discusión alguna a sus términos y el bombardeo sin aviso previo impedían aceptar la intimación, lo que aunque hubiera estado en el ánimo de parte del gobierno (pocos meses después, en octubre, se acordó un armisticio sobre bases similares), hubiera sido violentamente rechazado por la población, la que no sólo no había sido intimidada sino que había reaccionado con desprecio y furia por la decisión de atacar con artillería a una ciudad abierta,[5] desprovista de obras defensivas y sin intimación o negociación alguna.No obstante aprovechando la noche, contra lo que especificaban sus órdenes, la flota realista se retiró a su base en la Isla Martín García.No obstante ese mismo día se presentó en balizas la escuadra de Michelena para nuevamente bombardear la ciudad, lo que suspendió a instancias del comandante británico y en razón de las tratativas iniciadas.A las 7 de la mañana se ubicó en línea de combate pero con tan exagerada prudencia que recién seis horas después inició un fuego sostenido, siempre sin traspasar el banco frente a balizas, por lo que dada la distancia era por completo inútil.Los únicos heridos entre los patriotas fueron tres hombres y a causa de un cañón que mal ajustado los hirió en su retroceso.[8] El cronista afirmaba: Otro testigo, el escocés Juan Parish Robertson, relataba: En la Gazeta, el Dr. Pedro José Agrelo escribía: Y cerraba con similar ironía: "Es una verdad innegable que el fuego fue incesante y sostenido por cinco horas consecutivas contra estos pacíficos animales".Como en las anteriores ocasiones el entusiasmo del vecindario fue evidente y las consecuencias materiales para la ciudad atacada irrelevantes.