A este mismo convento llegó desde Perú, en 1604, el fraile Pedro de Figueroa O.S.A.
Empeñado en reproducir lo que había visto en Perú, y aunque no era escultor, realizó diversas obras de arte que se distribuyeron en los conventos e iglesias de Chile.
Sin embargo "aunque después se intentó pasarla a su lugar no se pudo conseguir aunque más empeño se hizo para subirla",[3] de modo que hasta el día de hoy sigue en su cuello, ante esto ordenó organizar una procesión por la ciudad y pasear la milagrosa imagen en procesión.
[7] Los agustinos realizaron la procesión por las calles tradicionales, siendo una de las más masivas que se tenga registro.
[8] Existe una leyenda que dice que la escultura perteneció a Catalina de los Ríos y Lisperguer, más conocida como la Quintrala, quien tenía por costumbre azotar brutalmente a sus esclavos y empleados, además de cometer otras fechorías.