En 1787, fue enviado a Lima para estudiar en el Real Convictorio de San Carlos, dirigido en ese entonces por el liberal Toribio Rodríguez de Mendoza y dónde tuvo por compañeros al político Carlos Pedemonte, al poeta José Joaquín de Olmedo y al prelado Juan de Dios Olaechea.
Su destacado desempeño le llevó muy joven a tomar cátedras en el Convictorio y en 1796, a los veintidós años, se le confirió una de Teología en la Universidad de San Marcos.
En 1800, fue ordenado sacerdote y destinado a Cerro de Pasco, donde permaneció dilatado tiempo.
Consagrado al año siguiente, tomó posesión efectiva en 1843 y desde entonces se dedicó al cuidado del Seminario de San Cristóbal y a la creación de un panteón para la ciudad.
Sin embargo, su delicada salud lo obligó a regresar a Lima, por lo que en dos oportunidades presentó su renuncia, la misma que no le fue aceptada, siendo su diócesis dirigida por un gobernador eclesiástico.