Con solo diecinueve años dirigió la revista El Iris, desde donde abogó por crear el llamado género chico.
[2] Su facilidad en la versificación, que ejerció no solo en el teatro sino en los epigramas, de los que compuso dos libros (Calabazas y cabezas); ningún personaje destacado recibió sin embargo tantos venablos suyos como Antonio Cánovas del Castillo, y, cuando este fue asesinado, lo sustituyó Antonio Maura.
Albergaba además una visión única para la parodia, y ambas cualidades le dieron mucha fama; combinó cultura, gracia e ingenio.
Al contrario, la crítica reconoció en su obra un humorismo inteligente, en que supo fusionar parodia y sátira.
Introducía constantes referencias irónicas y satíricas a la realidad circunstancial (histórica, política, económica, social, cultural, teatral...) en la que se daba el estreno; su intención era paródica, pero sabía aprovechar la flexibilidad del género para a través de "morcillas" ocasionales buscar la complicidad del público; su punto más débil eran, sin duda, los cantables, cuyas letras resultan ingenuas leídas sin la música.